martes, 12 de agosto de 2008

La virtud del error por Fito Paez


Pequeñas barbaridades


La virtud del error



¿Qué sería de Spinetta sin sus acordes? ¿Qué pasaría con Chico Buarque sin Río de Janeiro? ¿Podría Bob Dylan no ser un porfiado? En lo incorrecto, en la equivocación, aparece el factor humano. Y entonces se revela el estilo de un creador




Por Fito Páez


Para LA NACION- Buenos Aires, 2007









El estilo es la gracia que nos diferencia del resto del mundo. Creo que fue Pedro Almodóvar el que, en alguna de sus entrevistas, respondió que una suma de errores hace un estilo. Y más allá de la respuesta ingeniosa, se puede detectar una profunda verdad allí, porque en lo no civilizado, en lo incorrecto se detecta el factor humano, lo que en verdad nos toca a todos, que es la virtud del error. El error revela. Los cálculos aritméticos no pueden terminar de explicar, bajo las apariencias formales, la diferencia espirituosa entre una música y otra, entre una mirada y otra, entre una escritura y otra. Allí radica la fuerza del estilo. Porque no existe el estilo científico en el arte. Sí, acaso, el método de deducción o de construcción del lenguaje, pero no se arriba a nada sin una pulsión sanguínea y un inconsciente activo que construyan una fuerza de ataque permanente contra la idea del sentido y que, por ende, contrapesen la producción consciente.





Una de las últimas grandes discusiones filosófico-musicales se produjo hacia mediados del siglo XX y tuvo como protagonistas a Igor Stravinski, ruso, artista moderno empeñado en intentar demostrar que la música solo era matemáticas, y John Cage, hijo de los Estados Unidos de América, artista moderno más en consonancia con la idea del caos. Lo curioso es que en ambos casos las ideas parecen atravesadas por obras que no corresponden con los enunciados que postulan. Stravinski creó orquestaciones que solo revelan un corazón ardiente y sensible a los hechos del espíritu, y Cage, de apariencia más espiritual, en una obra plena de casualidades utilizó todos los elementos que pudo arrebatarle a la conciencia. Aquí el estilo también estaría dado por la contradicción. ¿Qué es un estilo, entonces, si no se emparenta con la detección de las propias contradicciones y puestas en escena en la pasión de una obra?



Se observa cada vez con más asiduidad en todos los rincones del mundo cómo se critica la repetición en artistas con más de 2 o 3 décadas de vigencia, exigiéndoles en nombre de una moral realmente "artística" que se renueven y sigan inventando lenguajes. Es que la velocidad a la que van las cosas en el mundo impone, por desesperación, la novedad meramente por ser nueva, en detrimento de una verdad inmanente que le es revelada a todo aquel que sabe esperar y no vivir pendiente del ultimísimo grito de la moda, que más que grito pareciera un tímido suspiro agónico. Así, las obras de los grandes artistas se construyen en el tiempo, sin que presten demasiada atención a los cacareos de la época de turno; y así también se construye un estilo. Se trata de convivir con las cosas, dejarlas respirar, alejarlas, acercarlas, que a uno lo alejen, dejarse llevar por eso que nos toma y aprender a disfrutar de eso que posiblemente no esté en nuestros planes, o sea, que no forma parte de nuestro estilo. Y tomar de allí lo mejor. Es maravilloso leer las Crónicas de Bob Dylan y observar que todas las decisiones que tomó a la hora de elegir lo que iba a contar y cómo iba a hacerlo tuvieron que ver con cosas que le interesaban y con nada más. Eso es todo un estilo.



¿Cómo pedirle a Martin Scorsese que evite en sus filmes el acercamiento veloz hacia algún objeto? ¿Cómo pedirle a Antonio Di Benedetto que no sea austero y recurrente? ¿Y a Robert Bresson, que deje de utilizar el lente 50? ¿Y a Spinetta, que no utilice sus acordes, invenciones personalísimas que lo distinguen, entre otras cosas, de cualquier guitarrista del mundo?





En fin, la lista no tiene límites. ¿Podría considerarse a Oscar Wilde imperfecto, cuando toda su obra contiene el ingenio y la emoción en perfecto equilibrio? ¿Podría Charly García ser pensado sin la idea del caos y la sobriedad en una misma pieza musical? ¿Alguien podría pedirle a Chico Buarque de Hollanda que elimine el ser carioca de sus canciones? Son, todos, grandes creadores cuyo espíritu sigue el curso de algún personalísimo designio del espíritu, ese mismo al que también, en algún momento, habrán tenido que traicionar para saber de qué se trataba el asunto, para terminar de perfeccionar ese bien tan esquivo y tan preciado llamado estilo







John Cage "Bacchanale, for prepared piano"
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Chico Buarque - Ela Faz Cinema

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Igor Stravinsky conducts final of Firebird

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